En octubre pasado, la U. Ruiz de Montoya realizó el simposio “¿A dónde va la universidad peruana?”, con el auspicio de la PUCP, UPCH, UP, OEI, Derrama Magisterial y el Instituto de Estudios sobre la Universidad (INESU), que ofrecieron ideas, técnicos, académicos, seriedad y apoyo económico.
Fue un foro cuidadosamente diseñado para escuchar distintas voces sobre la universidad peruana, analizar estadísticas, procesos de acreditación, modelos de gestión, investigación universitaria, intentar un diagnóstico y promover el debate sobre su futuro. Dejamos el último panel para dos congresistas. Queríamos que escuchen la relatoría final y las noticias sobre el modelo Bolonia. Pero uno de ellos simplemente no se apareció. ¿Qué significa este hecho aparentemente anodino?
Actualmente existen 122 universidades, el 40% de estas universidades ha sido creado en los últimos 25 años, más intensamente desde la promulgación del DL 882 de 1996, que autorizó la inversión con fines de lucro en la educación. Entonces, crear una universidad, organizarla de acuerdo a este DL, dio inicio a una etapa de crecimiento acelerado de estas instituciones. Tenemos que reconocer que esta multiplicación de universidades ha producido un gran incremento de vacantes, consecuentemente de la cobertura en educación superior.
Este proceso se resume en masificación, feminización, privatización e internacionalización, como principales elementos de una gran metamorfosis. La mujer ha ganado muchísima presencia, representa casi el 50% de la matrícula. La privatización supera a muchos procesos similares en AL.
En el sector público la inversión por alumno es de 1.200 dólares (aproximado) al año, mientras que en Brasil es de 6 mil, México 3.200 y Chile 2.500 dólares. Esta inversión insuficiente ha motivado que las universidades peruanas generen, en promedio, un 37,80% de su presupuesto total. Ninguna universidad latinoamericana alcanza este promedio peruano.
La pregunta entonces era oportuna: ¿A dónde va la universidad peruana? Un panelista respondió, a ninguna parte de manera conjunta: cada una tiene su propio derrotero. Muchos, en el simposio, respondieron que no hay un modelo único para gestionar una universidad, sea privada o pública. Todos coincidieron en señalar que la investigación es muy importante, tanto para la docencia como para una pertinente proyección social y la mayoría aconsejó desconfiar de la acreditación y de las acreditadoras.
El debate sobre el gobierno universitario y el tercio estudiantil fue muy animado. Uno propuso que se podía seguir tal como la ley 23733 lo ha consagrado. Otro propuso un colegio electoral para elegir a las autoridades máximas. Contrariamente, un tercero defendió el voto universal, secreto, ponderado y obligatorio, para terminar con las clientelas que gobiernan algunas universidades públicas. Dos coincidieron en que los decanos se elijan de esa manera, pero que no formen parte de la Asamblea Universitaria.
En el último panel, La universidad del futuro, intervino la ministra de Educación, a través de un video, para indicar que ésta debía ser inclusiva, de manera vertical y de manera horizontal, incluyendo a toda nuestra diversidad. Sergio Tejada, congresista de Gana Perú, sustentó que era necesaria una nueva ley universitaria, pero que había retirado su proyecto para dar pase al proyecto del congresista Jorge Rimarachín que propone el voto universal, secreto, ponderado y obligatorio para elegir a las autoridades universitarias.
Jordi Riera i Romaní sostuvo que el simposio ha debido llamarse “¿A dónde debe ir la universidad peruana?”. Por qué no debemos dejar que la universidad camine sin rumbo. La respuesta alegórica la dio el congresista Renán Espinoza, presidente de la Comisión de Educación, que perdió el rumbo y no llegó al evento. Espinoza no quiso escuchar, ni ser escuchado. ¿Cómo puede presidir esta comisión? Sin embargo, la presencia de Sergio Tejada, con su juventud y espontaneidad, nos dejó la sensación que aún alguna esperanza podríamos tener.
0 COMENTARIOS:
Publicar un comentario