- Clarín
Opinión. Los bochazos en el examen de ingreso en la Universidad de La Plata vuelven a poner en discusión la política educativa.
Los bajos índices de aprobación de exámenes de ingreso en diferentes universidades son habituales. En esta ocasión, en el examen de ingreso a la carrera de Medicina de la Universidad de La Plata aprobó sólo el 29% de los aspirantes.
La recurrencia de este tipo de fracaso se atribuye a la deficiencia de la escuela secundaria y, en particular, al régimen polimodal, que redujo la enseñanza en materias vinculadas con las ciencias exactas. También puede explicarse por otros problemas del sistema, como la pérdida de horas de clase, o por cambios culturales que involucran el deterioro de los hábitos de estudio, determinantes en las disciplinas con mayor nivel de abstracción.
Pero también se ha planteado la pregunta sobre si algunas universidades no están imponiendo un nivel de exigencia elevado a los aspirantes para limitar el número de ingresantes. Este criterio es comprensible, porque las casas de estudio deben tener una relación entre alumnos y recursos humanos y materiales que les permitan mantener un nivel de calidad adecuado.
Pero también hay que tener en cuenta que la ecuación de la calidad educativa no debe manejarse sólo por la variable alumno, sino también por la dotación de recursos. Y si se decide imponer criterios restrictivos, deberían formar parte de una política educativa general destinada a priorizar o desalentar determinado tipo de carreras.
Las fallas estudiantiles convocan, por lo tanto, a un examen en profundidad de los aspectos programáticos y organizativos del ciclo secundario así como a la formulación de una política educativa que articule los objetivos de los diferentes niveles con las necesidades de la sociedad.
El fracaso estudiantil en numerosos exámenes de ingreso universitario convoca a considerar la situación de la enseñanza secundaria, los objetivos universitarios y la política educativa en su conjunto.
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